"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

viernes, 28 de diciembre de 2012

Inseparables


Perder nuestro nombre es como perder nuestra sombra;
ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra.
Octavio Paz

                               imagen: Juan Valdivia


Decidió que la enterraría debajo del olivo de la antigua casona de su infancia. Allí durante mucho tiempo fue cavando una fosa. Había estudiado todos sus movimientos. Al amanecer cuando el sol aparecía en el horizonte la presentía a sus espaldas, al mediodía con la verticalidad de la luz la veía empequeñecerse, al atardecer y con la luz que se precipitaba hacia el descanso ella se le adelantaba, y por las noches la descubría,  en el jardín, entre los reflejos plateados de la luna que se asomaban a través del follaje del olivo. Sus diferentes formas las dibujaba en un viejo cuaderno que llevaba siempre consigo.
 Cuando Maria encarcelaba su soledad en la casa, la luz de la lumbre la proyectaba entrecortada entre las grietas de la pared.  Fue desde siempre la geometría que acompañó su cuerpo. La vio crecer, alargarse y encoger hasta ocultarse como parte de un juego en el que ambas participaban. María no podía, ni quería, separarse de ella. Era el ángulo desde el que arrancaban sus días, la línea paralela de su yo desprotegido. Y ella buscaba a María para existir, para ser.
Era la única que conocía los límites de su desamparo. A María nunca nadie le había enseñado el horizonte donde nacen los placeres, las emociones, las sensaciones, las palabras, los sonido, las caricias. Nunca amó, nadie la amó. Nadie, nunca, compartió sus días ni su alma. Vivió sin calendarios marcados. Sin tiempos agotados.

El último día del año se acercó hasta el pueblo, buscó al carpintero más recomendado, lo llevó hasta su vieja casona y a los pies del olivo, allí en donde el tronco se trenzaba a la tierra, le pidió que hiciera un ataúd que se ajustara a las medidas de aquella fosa. Eligió la madera más noble y el lustre del barniz más decoroso. No puso reparos en cuestiones económicas. Poco tardó el carpintero, bien remunerado por el encargo, en terminar aquel trabajo.

Era verano, la noche tardaba en llegar. Hacía demasiado calor. Maria bebió un refrescante brebaje. Enjuagó su cuerpo con un baño y sales espumosas vacías de aromas. Le bastaba el olor húmedo de la noche. Se vistió con una túnica de gasa que dibujaba su sensualidad. Apagó la lumbre, cerró puertas y ventanas y caminó descalza por el sendero que la llevaba hasta el viejo olivo y allí, como lo había previsto, se detuvo.
La luna dejaba pasar la luz exacta que necesitaba su cuerpo para reflejarse en el fondo de aquel ataúd y formaba con ella, que allí la esperaba, un ángulo recto.
En el cuaderno, que la acompañó siempre, había dibujado con minuciosidad todos sus perfiles y calculado con precisión el instante último, cuando el ángulo se cerraría definitivamente. La bocanada final que las uniría para siempre.
El viento borró el paisaje y la tierra sepultó la historia entre las raíces del olivo.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Soñemos




¡Qué seáis felices y qué nada ni nadie os arrebate la capacidad de soñar, de pensar, de imaginar. De luchar por  aquello en que creéis, de persistir pese a las zancadillas, de  sentiros dignos. Qué podáis ganarle vida al tiempo y tiempo a la vida !. Y  que améis y os amen.


He escogido  este video que por azar  encontré  hace mucho tiempo y pensé en él  para  acompañar este mensaje dirigido a todos  aquellos que han recorrido junto a mí este hermoso laberinto por las palabras . Por las emociones.
¡Qué lo disfruten!

Un abrazo a todos

Beatriz

viernes, 7 de diciembre de 2012

NATURALEZA MUERTA




despierta el fauno
                        ruge
y el bosque se estremece
cierran sus pétalos
las flores azules
se desborda el río
 emigran sus aguas
hacia cauces extraños
se oye el crujir de las raíces
el desgarro de la orilla
 y vacía de humedades
la tierra presiente
exilio de huellas
un colibrí
extraviado
detiene el instante
y allí donde nacen
los colores del arco iris
sepulta su vuelo
 enmudece el bosque
el fauno calla
se oye el silencio infinito
la mudez del dolor
que sobrevive
a las estaciones muertas.


IMAGEN DE  GOOGLE

miércoles, 28 de noviembre de 2012

EPIFANÍA





Atendía un tenderete de libros usados en el paseo marítimo. Y Soñaba.
Sólo la separaban unos escasos metros de la orilla del mar. Miró la hora en el reloj de la iglesia, recogió su rojiza y ensortijada cabellera con un lazo y cubrió su cuerpo con un foulard azul que se confundía con el color de sus ojos.
El mar la esperaba, calmo.
 Anochecía.
 La primera estrella, la que acompaña a la luna en su asomo, parecía dibujar un haz de luz sobre la arena. Guiándola.
Iba descalza. Aligerada. Necesitaba esa sensación de levedad. De fundirse en lo intemporal.
De confundirse. De vaciarse y aspirar. De perderse... y hallarse.
Sentada en el espigón la noche la sorprende insomne. En espera.
Y el tiempo se deshace en el silencio.
Al alba una ola le devuelve su sombra extraviada. Reconoce su humedad. La de su piel. La de sus labios. Y el temblor de su cuerpo. 
Siente el gozo que sobreviene a la creación. La epifanía del alma ante el estallido del verbo.
Es ella. Gaviota, mar,  roca, salitre...


IMAGEN: DAMA AZUL - ALICIA IMAS






martes, 20 de noviembre de 2012

VULNERABLE

"Cuando una sociedad está a la espera del acontecimiento que puede extinguirla, cuando el miedo, el desamparo, la pobreza, la desherencia y la envidia de todos contra todos han llegado a un estado de madurez, comparables al de los frutos bajo el calor, una expresión secreta y ávida  aparece en la mayoría de los rasgos de los vivos que se encuentran  por las calles de la ciudad que son las nuevas selvas. Los rostros que nos rodean cargan con esa tristeza y manifiestan ese silencio que se extiende. Ese silencio, a pesar de la Historia, es decir, a causa del mito de la Historia, sigue siendo ignorante de su ferocia. Las sociedades occidentales están de nuevo en ese estado  terrible de madurez. Están en el límite de la carnicería."
PASCAL QUIGNARD   ( RETÓRICA ESPECULATIVA )






He aquí un texto que hube escrito cuando  otros miedos, en otros lugares,  me invadíeron:


ha llegado despacio, en cautela, sutilmente
juro que me había atrincherado tras los muros de lo invencible
que había preparado un brebaje que me ayudase a enfrentarlo 
si hasta oré ante la estampa de no recuerdo quién para ahuyentarlo 
que supuse que sólo era cuestión de fe, de coraje, de escudarse y vencerlo...
pero nada ha servido.

invisible

despojado de sombras que lo delatasen
ha llegado
es un segmento vertical
filoso
hiriente
que traspasa la piel
que la penetra
que aletarga el  cuerpo
e implacable 
hace un nido de espinas en el alma
está aquí conmigo
dentro de mí
y  sin piedad
me   desgarra 
y yo indefensa 
vilmente anulada
no pienso
                no soy 
enmudezco
.



sábado, 10 de noviembre de 2012

ONÍRICO



"Todo lo que vemos no es sino un sueño dentro de un sueño" - Edgar Alland Poe



anoche vi llorar a una mariposa vi la tristeza en miniatura la congoja de su alma entre paréntesis la vi inmutable sin vuelo detenida  y eran sus lágrimas rocío... acaso perlas engarzadas

anoche vi llorar a una mariposa vi la belleza del dolor y puse flores y miel en la ventana inventándole un sol que la alumbrara y apretando entre mis dedos un pétalo de rosa sequé su llanto...
ella no huyó, veló mi sueño.

miércoles, 31 de octubre de 2012

INOCENCIA




hablo de ti
de tu distancia
y la brisa huele
a tu  brevedad
y los girasoles
que abrazábamos
te presienten aún
y lloran,
lloran
lágrimas de polen
bajo un sombrero verde
Hablo de ti
de tu lejanía
y se oye
el quejido silente
del espantapájaros
que imaginábamos
el crujir de su alma
entre  las ramas secas
y de su esqueleto
entre harapos negros

hablo de nosotros 



jueves, 25 de octubre de 2012

Acuarelas




Hoy tenía ganas de salir a la calle y sentirme distinta, cambiar de peinado y oler a fragancia  nueva.  Tenía ganas de vestirme de verde. Y  busqué en aquel armario en el que yo aún guardaba  vestidos de mamá. Quería encontrar uno de color verde, tan verde  como el de las hojas del jacarandá que adornaba el patio de mi infancia y me anunciaba la primavera cuando aún no había echado sus flores violetas. Y mientras removía  aquel viejo ropero descubrí  una  caja de  madera atada con una cinta de raso roja. La caja había pertenecido a ella.  Desaté el lazo  que la envolvía y luego de acariciar su textura,  veteada en ocres y marrones,  la  abrí.  Allí  fue apareciendo, entre asombros, el mundo que mi madre había guardado para mí.  La mañana era luminosa y los colores de esos objetos que aparecían en la caja iban traspasando mi retina. Eran los colores de mis días. De mis andaduras. Colores de gélidas mañanas en aquella cocina pintada de blanco por las manos de mi padre, de  carbones  encendiéndose en el bracero y de  llamas rojizas y naranjas que entibiaban el frío violeta de la humildad y  de aquel humo gris que parecía retener el instante en una fotografía en blanco y negro. Colores de amaneceres  con olor a pan tostado, de  mermelada de fresa, de leche con chocolate  caliente, de días  de lluvia y barro,  de pies mojados y  zapatos rotos difíciles de reemplazar. Colores  de abrazos y miradas y de soles y de girasoles y de batas blanca almidonada y de paisajes  que ya había olvidado y que  redescubria en esa caja de madera guardada por mi madre. Allí estaban, ordenadas por fecha, antiguas tarjetas de navidad en las que me imaginaba entonces corriendo por aquella blancura de la nieve tan deseada por mí y tan desconocida; fotos de viajes en familia y en ellas,  detenidos, todos los azules de todos los cielos de todos los amaneceres y atardeceres juntos... aún.; un libro y entre sus páginas una ramita seca de lavanda y la delicadeza de un aroma que era para mí el olor del amor y el malva de su flor el color  del infinito; una carta con la transparencia de la adolescencia y  un  ”Te quiero hasta el fin del mundo” que asociaba entonces  aquel amor incipiente con la eternidad.   Busqué su firma y descubrí que no la había puesto. Supuse que era la metáfora de aquellos temores a la desnudez.  A los atrevimientos  que anunciaban lo aún no conocido.
 En un rincón de la caja y apenas visible, tal vez negándome la posibilidad de una lágrima, estaba mi primer cuaderno de tapas marrones y hojas lisas, quebradas y amarillentas, en donde unas ilegibles palabras parecían escritas en los peldaños de una escalera invisible. Las letras subían y bajaban en un desesperado esfuerzo por decir algo. Tal vez porque en la infancia los  días  no son  horizontales  y  los desequilibrios, todavía, no acobardan. O porque la pureza de la inocencia acepta como un entretenido juego de esfuerzo aquellos tambaleos que en la madurez nos hacen sentir  tan vulnerables
Guardé otra vez la caja  en el armario. Me puse el vestido verde,  até  mi pelo con el viejo lazo de color rojo que durante tantos años mantuvo recogido mis momentos.  Me  perfumé con una esencia que olía a naranjas recién cortadas y  a  mis siestas de primavera.  Junto a ti.  Y pinté con  rubor rosa  mis mejillas 
Salí  a la calle y sentí que  conmigo iban  todos los colores de la vida. De mi vida.  Era yo y la que fui. 
Y no eramos distintas.
.

miércoles, 17 de octubre de 2012

MÍO



Mi agradecimiento a Rossina que tuvo 
la gentileza de invitarme a este "Encuentro de los jueves"



Bámbola conocía mis secretos, mis gustos, mis aficiones y mis debilidades. Éramos amigas desde muy niñas. Solíamos sentarnos en el patio de su casa y la tarde  se nos iba casi sin darnos cuenta hasta que su madre nos avisaba que llegaba la hora de la cena. Hablábamos, mucho, y nos gustaba recrearnos en las novelas o cuentos que a esa edad nos deslumbraban. Ella me observaba cuando al entrar en el despacho de su padre, un notario muy ilustrado,  mi mirada deambulaba por las estanterías de la biblioteca que cubrían las paredes de aquel salón. Él también sabía de mi afición por la lectura.
Cumplía por aquel entonces mis doce años y dentro de la modesta economía casera y como hija mayor mis padres hicieron lo imposible por agasajarme con una humilde fiesta.Tías, primas, abuelas, algunas amigas y amigos y compañeras del instituto. Pocas, porque era yo más bien solitaria. Rara, según decía mi madre.
Cada uno de los invitados llegaba con algún regalo envuelto en papel brillante y lazos de colores que yo  abría con ilusión. Un álbum para fotos, un portaretrato, el poster de mi actor favorito, adornos para mi habitación, aros de fantasía, y alguna que otra prenda íntima que mis tías presentían que ya empezaban a serme necesarias.
Bámbola fue la última en darme el suyo. Se acercó,  puso su mano sobre mi hombro, me dio un beso en la mejilla y me lo entregó. Era un sobre, de papel apergaminado, atado con una cinta de raso que enmarcaba los vértices y acababa en un lazo en el centro. Una tarjeta y una dedicatoria: “Con muchísimo cariño y que lo  disfrutes" y un “Feliz cumpleaños” en el borde inferior junto a su firma y a la de su padre. La dedicatoria la había escrito él. Reconocí su letra. Eso para mí ya era un halago. La firma de un hombre sabio. 
Abrí, mas bien rompí aquel sobre, y tuve la sensación de ruborizarme mientras lo descubría. Lo apreté contra mi pecho. Lo abracé. Y aunque el bullicio de la fiesta no había desaparecido, por unos momentos yo me sentí maravillosamente sola, con una sensación de placer hasta entonces desconocida por mí. No había tenido jamás ese sentido de la posesión. El gozo que nacía  de fundirme en algo y acariciarlo. Saberlo mío.
La fiesta continuó entre risas, bailes y miradas. Incipientes miradas y algún que otro beso robado. Los mayores miraban de reojo. Nos cuidaban... decían. Finalizó casi al anochecer. 
Luego, y ya en mi habitación, acomodé uno a uno todos los obsequios.
El de Bámbola había quedado sobre mi mesa de noche despojado de adornos y envoltorios. Solos yo y él.  Un libro y mi asombro.  Mi primer libro nuevo.
Hasta entonces los libros que había leído eran los que, semana tras semana, sacaba de la biblioteca de mi escuela. No eran míos. Una vez leídos  se alejaban de mí  o yo me sentía obligada a dejarlos  hasta que otras manos se acordaran de ellos en aquella mudez de la estantería.
Acaricié la textura de la tapa de tela rugosa, recorrí con mi dedos todas y cada una de las letras de su nombre grabadas con tinta plateada. Pero especialmente quería olerlo. Fui abriendo sus páginas como si de un abanico se tratara. Y olía. Era el olor que yo imaginaba cuando recorría con mi mirada la biblioteca del padre de mi amiga. El olor a papel y a tinta de un libro jamás abierto.   Aspiré hondo, muchas veces. Y abrazada a él el sueño me fue venciendo

 Aún recuerdo su título, su autor, el color de su tapa, la suavidad de sus hojas pero me es imposible reproducir una sola frase del texto. A veces hasta dudo de haberlo leído. Y sin embargo me adormecía y amanecía con él entre mis manos. Tal vez porque en mi memoria quedó la sensación primera,  la de su entrega y mi gozo, y su lectura se ocultó muy dentro de mí como la parte más secreta de esa entrañable relación que establecí con él. Tan secreta y tan íntima como las de  una amada y su amante. Negándome la opción de ser desvelada. Acaso por temor a perder su esencia.
Supe por mi padre, que fue quien me lo contó varios años después cuando ya el exilio me habitaba, que alguien lo había enterrado en algún lugar junto a otros muchos libros que se fueron agregando a lo largo de mi vida. Porque  hubo  una época  en que algunos  llegaron a pensar que las palabras hacían más daño que un disparo en la sien. El lugar lo desconozco porque quien enterró mis libros hoy  ya no existe.
Hoy al escribir esta historia he vuelto a ver a aquella niña  de cabellos ensortijados y ojos asombrados, en una tarde de julio, abrazada a un libro. Suyo. La he visto feliz. Todavía.

Convocatoria los jueves un relato

domingo, 14 de octubre de 2012

MEDIODÍA

Imagen: Mediodía, de Jorge Galeano 


 Supe de la belleza 
en los silencios 
de aquellos mediodías
cuando el sol se insinuaba entre los álamos
y su tibieza
acariciaba el descanso de las sombras,
cuando se detenían los vuelos
y había quietud de alas y de cantos
y enmudecía el paisaje,
cuando se acurrucaba la pereza
de mi gata sobre la hierba fresca
y una brisa azul
acunaba el desvelo de las nubes
adormeciendo el instante,
supe de la belleza 
cuando el fulgor de mi cuerpo
en esa hora inocente
fue un hemisferio junto al tuyo
y fuimos pulsión y savia
y eternidad en la mitad del día

lunes, 8 de octubre de 2012

ACERCA DE "EL PORVENIR ES UNA ILUSIÓN"


Cuando se comienza a leer una novela uno es, en ese punto inicial, un equilibrista que atravesará ese hilo conductor que media entre las palabras que nacen de su autor y esa especial curiosidad como lector. Uno es, al principio de la lectura, sólo un mero y ansioso espectador de esa obra que  empieza a desentrañarse. Pero si  luego la narración nos atrapa y llegamos a sentir que sus personajes  nos estremecen y hay lugares comunes, reales o utópicos, donde nos reconocemos y sufrimos, soñamos, luchamos, amamos, reímos o  lloramos es, entonces, cuando el alma del lector se enraiza con el alma del autor.

Es lo que he sentido al leer la novela "El porvenir es una ilusión " de Horacio Bautista Beascochea a quien debo agradecer su generosidad al hacérmela llegar y tener así el placer de disfrutarla (otra de las cosas positivas de esta virtualidad que hace que casi nos rocemos a pesar de las distancias).
La novela, excelentemente escrita, nos presenta a los personajes en una época de desconciertos en Argentina en la que luchar por los ideales además de poner en peligro la vida arrastraba consigo también la estigmatización por un entorno que, por miedo o por indiferencia, señalaba a los que se comprometían en la tarea por conseguir una sociedad más digna como terroristas. "Algo habrán hecho " solía decirse  cuando alguien caía en las despiadadas garras de los que luego se ocuparían de hacerlo desaparecer "por el bien de la patria". Un lema que intentaba calar hondo en el sentimiento patriótico de un pueblo sometido y tan hábilmente manipulado por las dictaduras.
En ese entorno, el único camino que quedaba por recorrer era la ocultación de las ideas hasta en los círculos más cercanos. Convertirse en sombra y enfrentarse a los desafíos.  

En "El porvenir es una ilusión" se hace palpable ese camino entre la militancia y el oscuro camino de la lucha, en donde nacen relaciones jamás imaginadas, imprevisibles actos solidarios, encuentros entrañables que hacen que esa marcha entre el miedo y la responsabilidad por la lucha en favor de los derechos y libertades de un pueblo se dignifique.

Hay en la novela de Horacio escenas bellísimas, estremecedoras  metáforas del caos de una sociedad en la que el poder atenaza la libertad y sin embargo todo sigue transcurriendo dentro de una normalidad tenebrosamente anormal. De un tiempo en el que hasta las raíces de las hierbas en la pampa se negaban a renacer por el terror impuesto y sin embargo las calandrias se aferraban a las ramas secas y con su canto despertaban esperanzas.
Esa metáfora está hermosamente definida cuando el autor describe una fiesta circense en el pueblo al que acuden Martín Morales “El Negro”, el militante montonero prófugo, y el comisario. Allí y durante la  actuación de unos enanos malabaristas se mezclan, en el reducido espacio de una plaza, la alegría, el asombro, los estruendos, el suspenso, los temores y el recelo asomándose cauteloso entre los presentes. La vida y sus malabarismos. 
La ironía de unos sentimientos y unas relaciones contradictorias que surgen cuando la incertidumbre sobrepasa  los límites del ser humano.
Hay  sobre todo en las palabras de Horacio silencios que desgarran y sonidos que muchos, acaso demasiados,  aún intentan no oír.


Gracias Horacio. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

REMEMBRANZAS





Aún retengo
hilachas de ayeres
que se destejen
lentamente
entre telarañas
de abriles deshojados,
ausencias que traspasan
la herrumbre del espejo,
la brisa de tu sombra
en mi llanura,
la transparencia de una lágrima
en el vestido azul
y el canto triste de una calandria
en la madera carcomida
del último otoño
presintiendo el adiós.
Y el silencio...
en el que se ahoga el presente.





viernes, 31 de agosto de 2012

FUGACIDAD




se adormece el estío
el esqueleto de un ciprés
acaricia la corteza de la noche
sueñan las alas 
con vuelos azules
y el paisaje 
se exilia en la memoria
en el insomnio del espejo
mi piel desnuda
sobrevive al olvido.

Imagen: Google


viernes, 27 de julio de 2012

LA SILLA





Ella
 me espera
vestida de óxido
retiene aún 
la hojarasca del  pasado
la silla 
me sobrevive
fui yo
quien se alejó
y murieron otoños
y abrigada en cenizas
a mi sombra
se le olvidó el regreso.


IMAGEN: Google

miércoles, 11 de julio de 2012

EL COLOR DE LA DISTANCIA

                             

  Las grandes distancias inspiran las mayores ilusiones"
                                                                                                       Paul. Theroux 




el exilio
presiente el sur
un puente de mariposas
colorea el aire
abril
deshoja el tiempo
abrevia lejanías
Tuyas. Mías
Perdurables.


la melancolía
atraviesa estaciones
aromas de glicinias
perfuman el regreso
la distancia
vestida de violeta y malva
entrecomilla eternidades
Mías. Tuyas.
Indelebles.

lunes, 2 de julio de 2012

QUIMERA




Cada atardecer ella camina hasta la vieja estación de tren. Viste faldas vaporosas que se ondulan al ritmo de sus caderas. Pinta sus labios con un rouge que resalta su sensualidad. Huele a lavanda su piel. Es bella. La más bella de aquel pequeño y apenas habitado pueblo.
Se sienta en el único banco que queda aún del discurrir. Y espera.
Oye el pitido que anuncia la cercanía del convoy. Camina por las desgastadas baldosas del andén. Se acomoda la melena hacia un costado, repasa el rouge de sus labios, levanta su mano derecha y saluda. Lo presiente. Presiente su mirada, profunda, misteriosa. Como el misterio de la noche en que se amaron. Noche sin luna. Noche cómplice. Y el ensueño se entrecomilla en el paso de ese tren que ya no se detiene. Hace tiempo que dejó de hacerlo. Pero ella sigue viéndolo, allí, eternizado sobre las líneas paralelas. Aún retiene el estremecimiento del instante. El de la brevedad que se eternizó en el andén. Y el del adiós que no espera la recompensa de un después.
Anochece. En el cielo una nube retrasada se desliza como un suspiro y arrastra con ella la oscuridad que cubrirá la soledad de aquel pueblo.  Y sobreviene el silencio.
Las golondrinas con sus vuelos dibujan, para ella, trayectos invisibles en el aire. Mágicos. Como el del tren por la vieja estación.
Su mirada se pierde en la lejanía. Y regresa y guarda celosamente su secreto.
En el pueblo nadie sabe que ese tren a veces... se detiene.

lunes, 11 de junio de 2012

TIEMPO DE FUGA

...*no es tiempo de buscar,
tal vez, tampoco es tiempo de encontrar
pero existen lugares donde la vida late*...

de “El tránsito del día” de Maria Cinta Montagut





...y la noche llega y el árbol expande su frondosa copa. Se lo pide la oscuridad que sabe del desamparo.
Una araña sueña sobre el laberinto de sus hilos, un coro de grillos entona su última sinfonía junto a una ventana..., dentro un hombre y una mujer se aman
La naturaleza detenida en la serenidad del descanso. Y la belleza se multiplica. Generosa.
Bajo el árbol un agotado viajero.  Sobre sus encorvadas espaldas el peso de su historia y alforjas cargadas de utopías. Es el hombre huyendo del hombre, de su imparable codicia.
Siente el abrazo de las raíces, el amparo del árbol. Y llora.
No es su llanto lamento de perdedor. Son  lágrimas de un sabio que ama la belleza, que presiente su intensidad. Que se reencuentra.
Y goza. Late. Siente.
Y mira el camino por el que jamás regresará a la otra orilla, allí donde el tiempo se cubre de cenizas y los cuervos eternizan su vigilia desde la atalaya de los enmascarados.

imagen seleccionada en Google

viernes, 18 de mayo de 2012

MÍMESIS




… y qué será
de tu muerte con mi muerte
de tu sombra vacía de mi esencia
yerta yo
en la fragilidad de tu sudario,
 tras las rejas de mi rostro
tu clausura,
 hacia el viento mi melena
tejiendo telarañas con la ausencia,
y entre violetas escarchadas
tu extravío
abrazado a mi muerte
muriéndose conmigo
y yo muerta ya en ti
muriéndome contigo.
Inseparable al fin
tu muerte de la mía.

Imagen: seleccionada  en Google

martes, 8 de mayo de 2012

QUIEBRE




La veo
evanescente
su mirada en la mía
perdida
en los ojos sin brillo de mi insomnio
detenida
en el último reflejo de la noche
desafiando a la oscuridad
que silencia los murmullos de mi cuerpo
frente a frente
su mirada en la mía
fragmentada
en la débil transparencia
donde sollozan los suspiros
y se aleja
levita
llevándose consigo mi liviandad
hacia la celda de los abandonos
hacia el desván donde las sombras se desnudan
y se adormece el sustantivo.
¡Son tan insostenibles los adioses!

sábado, 28 de abril de 2012

CONJUGANDO INCERTIDUMBRES



Larga noche esta noche. Vacía.
En desespero hurgo en lo imposible para descubrir esa mudez frente el asombro que aletarga el tiempo en el camino; el tic tac que distrae el entretiempo; el graznido de gaviotas sobre la roca en desamparo de olas y el gemido de sus grietas nostálgicas de sal y de embestidas.
Busco en las letras los sonidos que se animan a encadenarse para nombrar lo innombrable; las que sustantivan el desperezo de la lombriz, su bostezo y el balanceo de la rama que la acuna; las notas escondidas de la mar en pentagramas de caracolas vacías; el verbo aún no pronunciado, el que nos nombraría a ti y a mí, y a tu lejana cercanía, creyéndote ya en mí, aunque hoy sólo seas caricia de mi sombra. E imaginándote pronombre solitario sentir que te acurrucas en el rincón más profundo de mi alma y recorrer, sin extraviarme, el laberinto inexplorado de tu cuerpo. Y conjugarte. Conjugarnos... si es posible.
En esta noche amordazada me empeño en sentir, fundiéndome con el placer de la palabra inexistente, con el esfuerzo último del verso inacabado, con el éxtasis de alcanzar  lo inalcanzable. Con explorar el instante, fugaz, donde te anuncias y naces. Y en ese esperanzador intento de buscarte, hallarte al fin. Crecer contigo. Acariciar tu desnudez y embellecerte.  Eternizarte.

sábado, 14 de abril de 2012

EN OTRAS VOCES

Un regalo de Antonio Tello







y otro de Beatriz Salas

http://beatrizsalas10.blogspot.com.es/2012/04/beatriz-helbling-desencontrandonos-del.html




Un buen trabajo el de ambos en el empeño de fomentar el oficio de aquellos que disfutamos con la palabra.

miércoles, 4 de abril de 2012

INTENTO




Acércate
y tomados de la mano
caminemos,
hagamos del silencio un recorrido
que amordace el pasado
regalémosle locuras a la noche
y asombros a la luna
dejemos que el alba, generosa,
nos impregne  de rocíos
e imaginemos
que este reinventarnos
no es un sueño
ni tan siquiera un manojo de utopías
que ha sido otra vez
de otra manera
los dos en el empeño
de un  después, de un todavía
y que tú estás aquí
a mi lado, 
y  me convences que amanece.
Y que lo hemos intentado.